Edgar Degas
Edgar Degas nació en París el 19 de 1834, fue un artista francés famoso por sus pinturas, esculturas, grabados y dibujos. Fue considerado como uno de los fundadores del impresionismo aunque él rechazó el término, y prefirió ser llamado realista. Fue un excelente dibujante, y en particular en la representación de movimiento, como se puede apreciar en sus interpretaciones de los bailarines, temas de hipódromo y desnudos. A pesar de que inició sus estudios en la carrera de Derecho, pero gracias a la desahogada economía familiar y al beneplácito de su padre (cuya cultura y sensibilidad ante lo artístico resultó fundamental en su etapa de formación), Edgar Degas se dedicó muy pronto a la pintura. En 1853 ingresó en el taller del pintor Barriasy y en 1854 recibió las enseñanzas de Louis Lamothe, seguidor de Ingres.
Sin embargo, su privilegiada condición social, que determinará toda su vida y una buena parte de su obra, le permitió acceder a las colecciones particulares de pintura de la clase alta parisiense y formarse en la tradición clásica como autodidacta a través de múltiples viajes. En Florencia, conoció en casa de su tío, el barón Bellelli, copias y originales de Rafael, Mantegna, Pollaiuolo, Ghirlandaio y Botticelli.
Por los testimonios de la época se sabe que Degas era un hombre tímido, sensible, algo retraído, con una gran vida interior que a veces le dificultaba la relación con sus semejantes, tal como puede observarse en la serie de autorretratos que realizó entre 1854 y 1858, donde se aprecia la influencia de Ingres. En la década de los sesenta, la posibilidad de entender la pintura como un ejercicio artístico, ajeno a las alegorías y al trasfondo moralista de los grandes cuadros de historia, era todavía incierta y dudosa.
Sin embargo, las recientes muertes de Vernet, Delacroix e Ingres abrieron un hueco en el que pudo desarrollarse, de la mano de Manet y Degas, lo que Baudelaire denominó enfáticamente el "heroísmo de la vida moderna". La familia Bellelli (1858-1875, Museo de Orsay, París) surge de unos retratos de sus primas que Degas pintó durante su primera estancia en Florencia, y muestra un análisis visual de la familia en el que los caracteres de los personajes (la atenta e inquieta tía Laura, su esposo Genaro, las dos niñas), junto con la verosimilitud del mobiliario y los objetos personales, constituyen una composición realista, fiel testimonio de la vida moderna. No obstante la obra puede entenderse también como una alegoría de la continuidad temporal familiar, pues el dibujo que cuelga de la pared representa al abuelo Degas, patriarca de la familia, mientras delante de él, la propia Laura Bellelli se encuentra embarazada; son cuatro y no dos -como parece a simple vista-, las generaciones plasmadas en el cuadro: el pasado alimenta al presente para proyectarse en el futuro, como ocurre en toda la obra de Degas.
De regreso a París, tras una estancia en la villa Médicis de Roma, Degas descubrió el fascinante mundo escénico que tanto exaltó en su pintura. Aunque de connotaciones alegóricas, el retrato deMademoiselle Fiocre en el ballet La Sourc-1869, Museo de Orsay, París), debía haber sido un retrato del fagotista Désiré Dihau, finalmente se convirtió en una composición en la que algunos de sus amigos, como el compositor Emmanuel Chabrier y otros músicos -pintados casi a la manera de Ingres-, se encuentran coronados por un friso de bailarinas decapitadas.
La captación visual del instante en Degas no puede asociarse al paisaje, que apenas practicó, aunque sí puede reconocerse en algunas pinturas relacionadas con la música, el baile o la escena. El padre de Degas escuchando a Lorenzo Pagans (1869, Museo de Orsay, París), representa un momento preciso de una de las veladas musicales que su padre organizaba en su propio domicilio; el instante es retenido, pero no sólo a través de la referencia visual, sino también por medio del gesto del cantante y guitarrista Lorenzo Pagans -boca abierta y mirada perdida-, así como por el movimiento capturado de sus manos durante la ejecución de una pieza y la expresión de ensimismamiento del padre.
Tras la guerra franco-prusiana, en la que participó alistándose en la Guardia Nacional, Degas regresó a París y frecuentó el ballet de la Ópera de la calle Peletier, iniciando sus primeras y míticas series de bailarinas hacia 1872. Dos años después, cuando participó en la primera muestra impresionista, su pintura fue una de las menos criticadas debido al perfecto dominio del dibujo, entendido éste sólo como un análisis de la realidad.
En la tercera exposición impresionista que se celebró en 1877, en cuya organización Degas participó activamente, su pintura se decantó momentáneamente hacia los temas sociales como consecuencia de la influencia de Zola y de las tertulias en el café Guerbois. De esa época cabe destacar Las planchadoras (1884, Museo de Orsay, París) y La absenta (1876, Museo de Orsay, París), obra en la que el artista se solidariza con dos personajes marginales, un mendigo y una prostituta, cuyos atuendos crean una sutil relación cromática y metonímica con sus respectivas bebidas. La perspectiva oblicua que introduce al espectador en la escena no es más que un recurso de verosimilitud pictórica que apunta hacia la objetividad y preocupación por lo social.
Sin embargo, Degas, que seguía el código de la buena sociedad tan elocuentemente descrito por Proust, no habría de pasar a la historia de la pintura por sus reivindicaciones sociales, sino, principalmente, por los efectos del movimiento que logró plasmar tan magistralmente en su obra, sobre todo en la serie de las bailarinas, de planchadoras o de figuras femeninas en general: mujeres bailando, bañándose o secándose, captadas en ese instante preciso de la realidad. Su pintura se interesó por la figura femenina, a la que consagró la mayor parte de su obra.
A partir de los años ochenta, Degas realizó numerosas variaciones sobre el tema de las bailarinas; sin embargo, la idea de la mujer estuvo muy vinculada a su vida artística y privada. Degas perdió a su madre cuando contaba apenas trece años. No se casó nunca y no se le conoció ninguna relación amorosa -Mademoiselle Volkonska y Marie Dihau no son más que meras suposiciones-; ante ello el artista comentó en una ocasión: "Hubiera sufrido durante toda mi vida el temor de que mi esposa dijera: Te ha quedado bonita, después de haber acabado una pintura."
Al margen de las connotaciones misóginas de semejante afirmación, lo cierto es que sus complejas relaciones con las mujeres influyeron notablemente en su arte y propiciaron su curiosidad a través de la mirada, un "voyeurismo" que se manifiesta en esos cuerpos que, en realidad, parecen haber sido robados a la intimidad femenina, mientras las mujeres se preparan para la escena, como en Clase de baile (1872, Museo de Orsay, París), Bailarina sentada frotándose el tobillo izquierdo (1881-1883, Museo de Orsay, París) y Bailarinas entre bastidores(1890, Museo de Orsay, París), o mientras realizan sus aseos cotidianos como en Mujer peinándose(1887-1890, Museo de Orsay, París) o Mujer secándose el pelo al aire libre (1903, Museo de Orsay, París).
Mujer peinándose es uno de sus más clásicos desnudos. En una versión posterior del mismo tema,Doncella peinando a la señora (1896, National Gallery, Londres), los contornos de la mujer y la criada surgen de un campo cromático rojo anaranjado que parece anticipar el Estudio rojo de Matisse (1911, MOMA, Nueva York) quien, curiosamente, fue propietario de esta pintura de Degas.
Degas fue un pintor clásico de la vida moderna que mantuvo una apasionada relación con la pintura del pasado: "Está muy bien copiar lo que uno ve; pero es mucho mejor dibujar lo que ya no ve, salvo en el recuerdo. Es una transformación en la que la imaginación y la memoria trabajan juntas. Sólo se reproduce lo que llamó la atención, es decir, lo realmente necesario. De este modo los recuerdos y las fantasías se liberan de la tiranía de la naturaleza. Por este motivo los cuadros hechos así, por un hombre que tiene una memoria cultivada y que conoce tanto su oficio como a los viejos maestros, son casi siempre obras notables." De hecho, muchas de las figuras que parece haber plasmado con objetividad paseando por alguna calle de París pueden reconocerse en obras de Ingres, Watteau o algún pintor desconocido de los siglos XVII o XVIII.
Como hemos dicho a este pintor se le considera impresionista. El movimiento plástico impresionista se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Europa, especialmente en Francia. Se caracteriza en general por el intento de plasmar la luz y el instante, sin repara en la identidad de lo que se proyecta, es decir los impresionistas pintaban el momento de luz más allá de las formas que bajo este subyacen.
En cuanto a la técnica y la estética impresionista predominan los colores puros, consiguiendo una pureza y saturaión del color hasta entonces impensables, a veces con productos no naturales, con esto dan lugar a la ley del contraste cromático y la ley de colores complementarios, eligiendo el uso de colores complementarios bajo contraste, generalmente fríos y cálidos. También comienzan a utilizar la pincelada gestáltica llevada al máximo esplendor posteriormente por los neoimpresionistas. En cuanto a la forma, esta queda relegada a segundo pano, en manos del dibujante y no del pintor y subordinada a las condiciones de iluminación. La pintura pasa a ocuparse de la luz y el color y las formas se diluyen, se mezclan o se separan de forma imprecisa dependiendo de la luz a la que están sometidas.
Edgar Degás se diferencia un poco de los demás impresionistas en su preferencia por los temas urbanos e iluminados artificialmente en lugar de espacios y la luz natural que caracteriza tanto a otros artistas del movimiento. No abandona el dibujo sino que lo convierte en un elemento esencial de sus elaboraciones de figuras, predominando la línea sobre el color, abandonando el óleo, para retomarlo en 1880, y dedicarse exclusivamente al pastel, y utilizando encuadres que lo acercan a la fotografía.
Como hemos dicho a este pintor se le considera impresionista. El movimiento plástico impresionista se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Europa, especialmente en Francia. Se caracteriza en general por el intento de plasmar la luz y el instante, sin repara en la identidad de lo que se proyecta, es decir los impresionistas pintaban el momento de luz más allá de las formas que bajo este subyacen.
En cuanto a la técnica y la estética impresionista predominan los colores puros, consiguiendo una pureza y saturaión del color hasta entonces impensables, a veces con productos no naturales, con esto dan lugar a la ley del contraste cromático y la ley de colores complementarios, eligiendo el uso de colores complementarios bajo contraste, generalmente fríos y cálidos. También comienzan a utilizar la pincelada gestáltica llevada al máximo esplendor posteriormente por los neoimpresionistas. En cuanto a la forma, esta queda relegada a segundo pano, en manos del dibujante y no del pintor y subordinada a las condiciones de iluminación. La pintura pasa a ocuparse de la luz y el color y las formas se diluyen, se mezclan o se separan de forma imprecisa dependiendo de la luz a la que están sometidas.
Edgar Degás se diferencia un poco de los demás impresionistas en su preferencia por los temas urbanos e iluminados artificialmente en lugar de espacios y la luz natural que caracteriza tanto a otros artistas del movimiento. No abandona el dibujo sino que lo convierte en un elemento esencial de sus elaboraciones de figuras, predominando la línea sobre el color, abandonando el óleo, para retomarlo en 1880, y dedicarse exclusivamente al pastel, y utilizando encuadres que lo acercan a la fotografía.
Bibliografía
- A continuación, mostraremos nuestro vídeo de realidad aumentada.
https://www.youtube.com/watch?v=UHJO1ovIaM8
- Para el montaje del cuadro que acabamos de ver, se ha utilizado Aurasma. Una aplicación que intentaremos explicar a través del siguiente vídeo:
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